ORIENTACIÓN

Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo. Benjamín Franklin.

miércoles, 30 de enero de 2013

¿QUÉ TIPO DE PADRES NO SABE IMPONER LÍMITES ADECUADOS? (III)

· Padres que han tenido una educación autoritaria y restrictiva, que han sido humillados o maltratados de alguna forma. Estos padres quieren ser diferentes para con sus hijos, desean actuar de forma totalmente diferente y son padres que han desarrollado un cierto temor a la autoridad.
Están bloqueados y no saben actuar con firmeza por miedo a reproducir el estilo educativo que ellos han “sufrido”. La consecuencia es una nula exigencia hacia sus hijos para que no se sientan como ellos se han sentido. No quieren ser violentos ni distantes, desean complacer todos los gustos de sus hijos, aún a costa de grandes sacrificios.
· Padres que pasan por situaciones críticas. Los límites se pierden en situaciones críticas como un divorcio, ya que los padres pueden tomar la actitud de sobre-proteger desde el dolor o desde la
culpa. Todos sabemos cuantas veces se utiliza a los niños para hacerle daño al excónyuge, y eso implica muchas veces tener estilos educativos totalmente contrarios, intentar ganarse al niño,
“comprando” su cariño a base de no establecer límites. Es básico que los padres separados sepan que deben estar de acuerdo en la educación de los hijos.
· Padres con poco tiempo. Otro factor que ha jugado un papel relevante es el hecho del breve tiempo que dedican los padres a sus hijos, por asuntos laborales. Estos padres delegan la educación
en los colegios. Ellos simplemente se dedican a pasar con ellos buenos ratos, y su propio sentimiento de culpa hace que caigan en la trampa de no poner límites ni reglas, puesto que como en
el caso de los padres separados, también tratan de compensar la falta de tiempo, de afectividad hacia sus hijos, con un exceso de permisividad puesto que sienten que sus hijos están carentes de
la atención y el cariño que deben darles.
· Padres inseguros y con poca autoestima, que desean ser aceptados por sus hijos, y que no confían en sus propias decisiones ni en su capacidad para defenderlas. Por tratarse, en algunos casos, de
personas inseguras, lo único que pretenden es el ser aceptados por sus hijos.
· Padres que discrepan en la educación de sus hijos: es decir, también se trata de papás y mamás que tienen, entre sí, opiniones distintas sobre un mismo asunto y suelen desacreditar al otro delante del niño. No existe respeto entre ellos y tampoco son coherentes. Nunca se apoyan y el niño va jugando con uno o con otro, dependiendo de lo que trate de conseguir. Si la madre le dice a su hijo que no vea más la televisión y dice NO, el padre dice SI o trata de convencerla.
· Padres super-protectores y que miman exageradamente: Temen tanto por sus hijos que no les llegan a poner límites, puesto que en realidad ellos están siempre detrás de él. No le dejan enfrentarse
a nada, siempre han estado volcados en el niño y cuando éste tiene que enfrentarse a la vida, se encuentra sin recursos y puede que en la adolescencia presente crisis patológicas, por no
poder romper el cordón umbilical que le une a unos padres para quienes ha sido siempre el centro de su vida. Estos padres no le niegan nada al niño, viven por y para él, y acaban no pudiendo controlar sus exigencias.
· Padres inmaduros con miedo al enfrentamiento. Es imposible educar sin intervenir. En ocasiones esta falta de autoridad, esconde también un deseo de no tener conflictos. Sabemos que el niño no
aceptará de buen grado nuestra negativa. Resulta más cómodo no luchar contra él y permitirle que haga lo que quiera sin ponerle demasiados impedimentos. No viven para el niño como los padres
super-protectores, sino que bajo el pretexto de no “traumatizar” o no frustrar al niño esconden realmente su falta de autoridad, mientras que otras veces puede ser también por comodidad
e inmadurez para la paternidad. Este es quizás el error más frecuente en la actualidad.
Todos conocemos los padres que dejan que sus hijos hagan siempre lo que quieran aunque eso conculque los derechos de los demás, o de ellos mismas. Consienten comportamientos violentos o
de falta de respeto, porque son muy pequeños, padres que disculpan siempre el comportamiento del niño (está cansado) o que echa la culpa a los demás, (empezó el otro niño), y que instauran de
esta forma el germen de la mala educación... de esta forma mientras son pequeños aún tienen un cierto control que pierden totalmente en el momento de la adolescencia que es cuando recurren al especialista ante el comportamiento y la conducta del joven tirano.
· Padres autoritarios: Es un tipo de padres quizás menos frecuentes pero que existen. Son el otro extremo de la permisividad. Son controladores, perfeccionistas y anulan la personalidad de los niños, puesto que sólo persiguen la obediencia para demostrar su poder y control. No negocian nunca, lo que implica rigidez e inflexibilidad, es realmente un abuso de poder. No existe comunicación, solo la obediencia por la obediencia. Es tan negativo para la educación como la permisividad e igual de peligroso. Un camino ideal para que en la adolescencia se rompan las relaciones entre los padres y los hijos.
· Padres que no pueden mantener el no. Es decir que no saben mantener claros los límites. El NO no debe negociarse. Cuando usted vaya a decir no a su hijo, piénselo bien, porque no hay marcha atrás. Si usted le ha dicho a su hijo que hoy no verá la televisión, porque aún no ha hecho los deberes, no debe volver atrás, o reconsiderar su No, porque el niño llore o le suplique. Si no sabe mantenerlo el sabrá que puede conseguir sobrepasar otra vez los límites. Cuando pongas un límite es muy importante dejar muy claro de hasta dónde es el límite. En este sentido, son irrealistas
los Noes que se refieren a largo tiempo, como “no saldrás más”, o “no verás más la televisión”, porque lo más probable es que no podamos cumplirlo.
· Padres inconsistentes: No es un tipo de educación extraña. Desafortunadamente muchas veces los límites o las prohibiciones dependen del estado de ánimo de los padres. Hoy vengo cansado y
te dejo ver la televisión hasta las doce porque yo me voy a la cama, o bien hoy estoy de mal humor y te riño o grito por la misma situación. Es curioso cómo permitimos que nuestro estado de
ánimo intervenga en nuestra manera de poner límites. Lo ideal es que las reglas y las consecuencias que se deriven de su incumplimiento sean claras independientemente de nuestro estado de ánimo. Son padres que acostumbran a no cumplir ni las promesas ni las amenazas. Esto el niño lo aprende rápidamente.
· Padres que pierden el control. El hecho de perder el control en determinadas situaciones no es infrecuente y no debemos culpabilizarnos por ello. Podemos gritar y perder los estribos. Hay que tener en cuenta que la educación es una tarea diaria y muy costosa. Lo más importante es que este no sea nuestro sistema educativo habitual, porque entre otras cosas conlleva un abuso de la
fuerza que puede lastimar al niño. Un niño que vive entre gritos, es un niño acostumbrado a la violencia verbal y que muy probablemente responderá de igual forma. Además, a todo se acostumbra uno. Todos hemos oído alguna vez al niño que dice, es papá quien manda... mamá solo grita.
El extremo del grito, de perder el control es evidentemente el maltrato psíquico, o físico, lo cual es por supuesto mucho más grave. De esos gritos podemos pasar por falta de autocontrol a
humillar o a maltratar al niño, lo que marcará al niño para toda la vida.
· Padres poco informados. Padres que no conocen el desarrollo físico, y emocional por el que atraviesan sus hijos en las diferentes etapas evolutivas, lo cual provoca que los padres no puedan
comprender y responder adecuadamente a las necesidades de sus hijos, que no sepan diferenciar qué se les puede pedir en cada etapa.
A veces no son tan claros los estereotipos, unas veces los mismos padres pueden presentar distintos estereotipos a lo largo de la vida y la educación del hijo, lo que todavía es más desconcertante. A veces son permisivos mientras los niños son pequeños, tienen el control sobre ellos y no necesitan poner límites, porque aún son pequeños. Esos mismos padres luego en la adolescencia pueden convertirse en padres rígidos, intentando que el niño se comporte como antes, como cuando era pequeño. No admiten la separación y
pueden acabar como padres excesivamente rígidos, con normas inadecuadas para la edad.
Veamos cuáles son las consecuencias del problema de estos padres para poner unos límites adecuados.
Este es el perfil de los chicos...

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